31/10/09

Luis Antonio de Villena Decadencias EL MUNDO (28 10 2009)
Marruecos secreto
Abdelá Taia (Salé, 1973) es el único escritor marroquí oficialmente homosexual. Hace poco –ha sido un fenómeno mediático en casi toda Europa- declaró a una revista francesa: “En Marruecos se puede vivir la homosexualidad, pero no se puede decir.” Quienes hemos visitado el país hasta hace unos años, tan acogedor además, sabíamos eso perfectamente. Creo que también lo sabían André Gide, Roland Barthes y hasta Paul Bowles , un escritor mítico para Taia… Abdelá Taia, que desde hace años vive en París y escribe en francés (que no era su lengua materna, como no lo es de casi ningún marroquí y sobre todo de ningún pobre) no tendrá fácil y aconsejable retornar por ahora a su país, donde el islamismo cerrado crece, como en tantos países árabes. Taia, un joven bien parecido de orígenes humildes, decidió aprender francés y utilizarlo para luchar con las mismas armas –o casi- que los poderosos. Una beca le llevó a Ginebra en 1998, para estudiar con el gran crítico suizo Jean Starobinski, y ahí empezó a decir adiós a su país de origen, que va con él (quién lo duda) pero donde le será difícil volver por hipocresía sexual. En Marruecos hay otro escritor gay –traducido en Europa- Rachid O., pero se trata de un pseudónimo y nadie sabe quién está detrás. Ahora Cabaret Voltaire acaba de editar la primera novela de Taia, “Mi Marruecos” que no es tal novela, sino la sencilla y muy emotiva evocación, en cortos y sabrosos capítulos, de su infancia y primera juventud marroquí en un pueblo humilde casi pegado a Rabat. Sentimos un mundo antiguo y muy humano, donde las familias viven hacinadas, y el amor y los hechizos, la religión y las prácticas superticiosas, se dan la mano. Donde las mujeres (fuertes y listas, como M’Barka, la madre del autor) valen menos que los hombres y donde –sin decir nada- el jovencito afeminado es objeto de placer sexual de hombres y machos tanto en el “hammam” (el baño público, donde se va por sexos) como en la escuela y aún en la familia, especialmente con el hermano mayor y más viril. No acusemos de nada, esto es allí muy normal y por eso un chico no tiene porqué hacer ascos a un turista, pero siempre en silencio. En “Mi Marruecos” Taia sugiere más que cuenta, pero eso lo ha hecho ya en posteriores libros como “El Ejército de Salvación”, también editado en español pero en una minoritaria editorial vasca. El Fenómeno Taia merece ser seguido, porque va sugiendo despacio y firme un escritor de valía (que también quiere ser cineasta, “Mi Marruecos” sería una bella película) hasta su último libro por hoy, “Una melancolía árabe”. ¿Escritor francés o escritor marroquí? La pregunta comporta más de lo que parece. Taia ha abierto la puerta de un serrallo masculino, que si llamaba la atención ocasional del turista, era silenciosamente normal para la población local. ¿Y entonces? Otro escritor marroquí, ya fallecido, el muy putero Mohamed Chukri, al que conocí en Tánger, también apuntaba algo de eso en su novela biográfica “El pan desnudo”. Pero Chukri, aunque vividor y liberal, era heterosexual y escribía en árabe. Amigo de Jean Genet, por lo demás. “Mi Marruecos” nos lleva a un primitivo mundo de cálida intimidad y al joven que tiene que romper con él, para vivir (lejos) su identidad sexual.

25/10/09

CABARET VOLTAIRE publica Mi Marruecos de Abdelá Taia
En esta novela Abdelá Taia nos presenta una cierta realidad social y cultural marroquí, desprovista de todo tinte pintoresco y que se halla no obstante anclada en el paisaje magrebí. Un paisaje urbano en un mundo casi rural. Abdelá es hijo de la ciudad, de la ciudad mestiza. Pero en esa ciudad, tocada por la modernidad, minada por la pobreza, atravesada por corrientes diversas, perviven numerosos misterios marroquíes: los brujos, el hammam, la baraka, la ziara. Los cuerpos, las influencias secretas, el destino, la suerte, los adivinos y los santos. Abdelá observa, desde París, ese mundo que lo rodeaba de niño, con el mismo amor, y trata de reencontrarse con una tierra que sus sentimientos más profundos nunca abandonaron.
Abdelá Taia, escritor marroquí de lengua francesa, nace en Salé, Marruecos, en 1973, en el seno de una familia numerosa. Desde muy niño, por la profesión de su padre, trabajador en la Biblioteca General de Rabat, entra en contacto con los libros. Ese amor que siente hacia las letras le llevará a estudiar literatura francesa en las Universidades de Rabat, Ginebra y París (Sorbonne). Ciudad esta última que lo acoge, y donde residirá desde 1998. Ha publicado hasta el momento cuatro novelas: Mi Marruecos (2000), Le rouge du tarbouche (2005), El Ejército de Salvación (2006) y Una melancolía árabe (2009).

24/10/09

Luis Antonio de Villena Decadencias EL MUNDO (07 10 2009)
Cocteau y el joven perverso
Como Robert L. Stevenson (aunque desde ángulos muy distintos) Jean Cocteau (1889-1963) pudo reclamar para sí con toda justicia el título de Advocatus iuventutis o sea Abogado de la juventud. Amante de los jóvenes y eternamente joven, Cocteau fue una de las figuras más originales de la literatura francesa del XX, y tan plural que pintó, hizo cine, fue poeta, y además dramaturgo y novelista. Gay confeso, también, con su célebre frase: «Pertenezco a la raza de los acusados».
Siempre moderno, siempre pirueteando con un guapo al lado, muchos le tuvieron por frívolo y hasta por colaboracionista (él enseñó París al gran escultor Arno Brecker, que trabajó para el nazismo). Supo pasear dandísticamente por los salones y las señorías de la derecha, pero tuvo una moral personal y singular, que cuadraría más a la izquierda. Ese papel de derechista, homosexual, vanguardista y opiómano, creo que es una exclusiva de Francia. En nuestra España (incluso hoy) un señorito así causaría el patatús de Rouco Varela…
La editorial barcelonesa Cabaret Voltaire acaba de editar la primera de las novelas modernas de Jean Cocteau, Le grand écart (1923), traducida como La gran separación, con los dibujos originales del autor. Quizá fue en La gran separación (Cocteau ya se había enamorado joven de su compañero de liceo Raymond Dargelos, que sería el macho y bello «alumno Dargelos» de tantos de sus libros, y había sido novio del llameante y efímero novelista Raymond Radiguet) cuando en la figura del protagonista de la novela, Jacques Forestier, inventa a ese tipo de muchacho o jovencito que tanto triunfa en nuestros días: Atractivo, ambiguo, sin dirección fija y con pocos ideales, seductor, coqueto, transgresor y narciso. Un chico a caballo entre los mitos modernos del bello tenebroso y desde luego del bad boy y aún del toy boy para decirlo todo.
Un chico desideologizado pero libre, atrevido en su enfrentar la vida, que quiere aparentar maldad más que realmente poseerla, y que atrae por igual a sus compañeros y a sus amiguitas. Un chico que juega con su atractivo físico (como antes sólo hacían las chicas), que puede pintarse los ojos y las uñas, y que susurra la frase más provocadora del eros moderno: «Ven, amor, conmigo te perderás». ¿Quién lo resiste?
A este emblema que, en su forma más moderna, nace con La gran separación, Cocteau le llamó enfant terrible que bien podría traducirse como chico malo (bad boy). Lo llevó a su máxima expresión en su preciosa novela de 1929, Les enfants terribles, donde los hermanos adolescentes Paul y Elisabeth juegan al amor y a la muerte, bajo el hechizo del «alumno Dargelos» cuyas piernas fuertes y rodillas les fascinan. (¿Fue Cocteau un fetichista de las rodillas jóvenes, tan presentes en libros y filmes?)
Esta singular novela fue llevada al cine por el gran (y algo olvidado) Jean-Pierre Melville, teniendo por protagonista al guapo novio del Cocteau de entonces, Édouard Dermit, que está también en la portada de La gran separación. La pregunta obviamente es: ¿Qué oscuro signo en cada uno de nosotros otorga -aún hoy- éxito y benevolencia y deseos al chico malo? ¿Dónde está su embrujo? Léanlo y juzguen.