28/2/10

Luis Antonio de Villena EL MUNDO (17 02 2010)
Orton: obsceno y libre
Hoy diríamos que Joe Orton (1933-1967) fue un macarrilla con talento, que pese a su trágica muerte, tuvo la suerte de empezar a ver cómo se renovaba un mundo muy caduco y en parte por su brillante teatro, como “Entertaining Mr. Sloane”, tantas veces representada en España como “El realquilado”.
Sí, hoy sabemos bien que pocos horteras tan horteras como los ingleses vulgares, los espantosos “hooligans”. Pero si Orton era así (y las fotos no lo desmienten) vivió el final de su vida y su éxito en el Londres de los “Beatles” para quienes iba a escribir un musical y también en el de las minifaldas der Mary Quant. Orton tenía un gran talento dramático –certificado por Pinter y por el mismo Tennessee Williams- pero tenía además un gran apetito de vida y esa pasión por el escándalo que iba con la época, cuando Inglaterra estaba al borde de abolir las rigurosas penas contra la homosexualidad que habían estado vigentes casi un siglo.
A Orton le gustaba la juerga y el sexo y empezaba a tener algo de dinero por primera vez en su vida. Pero tenía otro problema, un novio depresivo (y a la postre envidioso) medianamente culto pero sin talento creativo ninguno, que si al inicio ayudó a Joe relacionándole con el mundo de la cultura, al fin se deshacía de envidia y celos por los éxitos literarios y carnales de Joe. Stephen Frears hizo una excelente película sobre el tema, “Ábrete de orejas” (1987) basada en la biografía de John Lahr, especialista en Orton, y en la edición de sus diarios íntimos (en lo sexual son verdaderamente íntimos) que permanecieron inéditos en inglés hasta 1986. Ahora Cabaret Voltaire de Barcelona, vuelve a sacarlos en español, tras más de veinte años agotados.
El 9 de agosto de 1967 Kenneth Halliwell, el novio celoso de Orton, le mató abriéndole la cabeza a martillazos, para suicidarse él acto seguido con una sobredosis de barbitúricos. En la nota que dejó se lee llanamente: “Todo se aclarará si leen el Diario”. La última y breve entrada del diario de Orton (ocho días antes de la tragedia) dice: “Por la mañana me despedí de Kenneth. Estaba raro…” ¡Y tanto, diríamos! Pero antes han pasado por segunda vez el inicio del verano en Tánger –una de las partes mejores del diario- y ahí vemos aquella libertad hecha de sexo con jovencitos moros y juergas con viejas “locas” inglesas en una ciudad aún muy marcada por el turismo sexual… Para Orton todo son ofertas y futuro (tenía talento y garra el chico de barrio) y para Halliwell cada vez mediocridad, grisura y más mediocridad; sus nervios –incluso habituados al valium- no lo pudieron soportar. El “Diario”, por lo demás, seguirá escandalizando a muchos por la explicitud sexual en urinarios públicos o con adolescentes (muy jovencitos, sí) que sabían lo que hacían, pues entonces era más infamante –en Inglaterra- la homosexualidad en sí que la edad de la pareja.
El “Diario” habla también de sus relaciones íntimas, de chismes y trabajo literario y de su buena relación con su agente Peggy. Un gran diario íntimo de veras, que abarca sólo diez meses y que es una obra importante. En estos casos prematuros siempre queda la sensación, la nostalgia, de hasta dónde pudo haber llegado el claro hacer de Joe Orton; los estrechos dirán que de no haberlo matado su novio, lo habría hecho la heroína u otra droga, años más tarde… ¿Un maldito? El término no hace falta.

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