22/2/09

Diego Medrano EL COMERCIO / LA VOZ DE AVILÉS
Premio Stendhal 2008: “¿Estáis locos?” Premio de Traducción Stendhal 2008 a una obra maldita de René Crevel por primera vez en castellano: “¿Estáis locos?” (Cabaret Voltaire). El propio Crevel en la portada: cabeza ladeada, ojeras de murciélago, labios pintados, corbata negra, trágico, bufón. “¿Estáis locos?” es muchas cosas: el desorden revelador de los surrealistas, la enfermedad como hilo conductor de la obra, el collage como escudo y voz narradora, la perdición de la piltrafa, una bohemia de “sanatorio rascacielos” y “balcón celdilla”, la soledad como tortura, la fuga como segunda vida. Todo en Crevel es maravilloso: bisexual, alcohólico, drogadicto, loco, adorador de la enfermedad y siempre en su misma rabia. Lo que de él dijo o escribió Jean Michel Devésa: “La literatura, para Crevel, es una máquina de escribir la vida; una máquina para triturar los textos, para amasar palabras e impresiones, para restituir en las obras la pátina temblorosa del mundo”. Algo muy surrealista y muy drástico o voraz: la sinceridad en literatura. René Crevel, quien se divertía durante horas, sentado en una silla, con el cadáver de su padre colgado de una viga, con el suicidio de su padre que a él sólo reportaba carcajadas al ser descubierto; teórico de la dinámica de la ensoñación hasta el delirio, seductor de Man Ray y Gertrude Stein, amante durante unos meses de Klaus Mann (hijo díscolo de Thomas Mann). El Crevel toxicómano, politoxicómano, drogota, yonqui, tuberculoso renal, siempre pensando en quitarse la vida con la manecilla del gas. Lo que del propio autor dijo André Breton: “Sin él, le hubiera faltado al surrealismo una de sus más hermosas volutas”. Voluta de humo, cara de humo ladeada en la portada de su novela, casi mimo o héroe delgado y frágil de sí mismo. Deambula por París muy enfermo, escupe sangre, ambos pulmones tocados, afectados, mientras arrastra sus libretas como lastre, mientras la escritura, oh, es una tercera o cuarta enfermedad en el bolsillo, desazonado por haber defraudado la estética psicoanalítica: “Es que nunca me apeteció acostarme con mi madre”. Lector de Ibsen, teórico de la música –muy presente en esta novela-, bohemio de Berlín y París, pánico alado frente al espejo, franca oralidad de violín de otoño. Casi azabache u oro.

No hay comentarios: