19/3/09

Eva Díaz Pérez EL MUNDO
Duras o la novela de Gibraltar
Gibraltar, más allá de consideraciones histórico-políticas, de fronteras, tratados y geografías insólitas, puede ser un territorio mítico. Su posición entre dos mares incluye su paisaje en el terreno de la leyenda y de la mitología como escenario de las columnas de Hécules.Este Territorio Británico de Ultramar es también el lugar que Marguerite Duras escogió como lugar simbólico de una novela que aún no había sido traducida al castellano, El marinero de Gibraltar (1952) y que ahora ha rescatado la editorial Cabaret Voltaire.
Marguerite Duras (Gia Dinh, Viet-nam, 1914 - París, 1996) decía de su país natal [la Indochina francesa] que era «una patria de aguas», así que tiene cierta lógica que estuviera fascinada por los islarios y lugares acuáticos. De hecho, esta novela es una historia de viajes ultramarinos que tiene en Gibraltar un epicentro simbólico a partir del personaje del marinero procedente de la colonia británica.
El libro, ahora rescatado para el público español gracias a la traducción de Lola Bermúdez Medina, autora también del texto introductorio y profesora de la Universidad de Cádiz, relata la historia de Anna, una joven que recorre el mundo en un lujoso barco. Busca, como en la célebre copla, a un amor perdido, el marinero de Gibraltar, un ex legionario, jugador y buscado por la policía.
Un funcionario del Registro Civil que se encuentra de vacaciones en el mismo barco –llamado también el Gibraltar– conoce en Italia a la joven. Con ella recorre el mundo de puerto en puerto buscando al misterioso marinero desaparecido. El itinerario novelesco pasa de Italia a Francia, de Grancia a África, atravesando el Estrecho de Gibraltar, y de allí rumbo al Caribe.
Gibraltar aparece y desaparece. El personaje de Anna describe el lugar: «Dicen que es uno de los grandes puntos estratégicos del mundo, pero no dicen que es muy bonito. Por un lado, el Mediterráneo y por el otro, el Atlántico. Son dos cosas muy distintas. La costa de África es muy hermosa, una planicie encima del mar. (...) La costa española, por el otro lado, es más suave».
La traductora Lola Bermúdez asegura que El marinero de Gibraltar no es en el sentido tradicional «ni una novela de aventuras, ni de viajes, ni un paseo turístico por los países y continentes recorridos». Las descripciones exotizantes brillan por su ausencia, «sólo hay algunas breves pinceladas para acotar el terreno, cuando no un rechazo deliberado por parte del paseante de hacerse con las ciudades», según Lola Bermúdez.
La descripción de Gibraltar en la justa y hermosa pluma de la autora de El amante o Moderato cantabile es uno de los pasajes más interesantes de la novela: «Pasamos delante de la roca. (...) En casas blancas, construidas sobre dinamita, apretadas en una promiscuidad agobiante pero altamente patriótica, Inglaterra, fiel a sí misma, dormía sobre el suelo ensangrentado de España».
En esta novela de marineros, traficantes y tipos estrafalarios, de barcos, bares y mares, también aparece una sutil descripción de Tarifa. «Entramos en el estrecho. Llegó Tarifa, minúscula, incendiada de sol, coronada de humo. A sus pies inocentes, se tramó el más maravilloso cambio de aguas de la tierra. El viento saltó. Apareció el Atlántico».
Según Lola Bermúdez, responsable también de las traducciones de Monsieur de Bougrelon, de Jean Lorrain, y de Jesús el Palomo, de Francis Carco, asegura que en El marinero de Gibraltar aparece ya el determinante ‘estilo Duras’: «La elipsis, la abstracción, las reiteraciones, la necesidad, cada vez más depurada, de la palabra, palpable en una progresiva e imponente presencia de los diálogos, en los que alternan la voz y los silencios».

No hay comentarios: